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jueves, 16 de febrero de 2012

Amor de noche.


A altas horas de la noche se podía contemplar mi sombra en la ventana de mi habitación, susurrando nostálgico… Nostálgico de ti mientras escribo esto a ritmo de jazz. El reloj marca las tres y cuarto y yo en pie todavía dedicándote estas líneas… Vuelta a las noches de insomnio, cigarros interminables y horas frenéticas. Ansioso de tenerte entre mis brazos en estos instantes, mi imaginación vuela alocada y juega haciéndote el amor inconsciente…
Ardiendo en deseos de que aparezcas por mi puerta, podrías acercarte de sorpresa y decirme “¿Qué tal?” y quedaríamos yo con el rojo de tus labios, tú con el tizne azul de mi bolígrafo… Mas el frío de la realidad me devuelve a este párrafo y me congela, pero una llama en mi interior se niega, se niega a impedir que ese frío me hiele… Una llama juguetona y curiosa que lleva tu nombre y apellidos. En medio de la noche oscura, una luz naranja se vislumbra por el pasillo de mi casa rumbo a la ventana de la terraza… Fumando el último pitillo asomado, miro las calles, frías, vacías y solitarias, devastadas por la erosión de la lluvia, mientras que un gato merodea en busca de compañía. El gélido viento calaba mis huesos, mientras la helada se hacía dueña y señora de los jardines, dibujando la última nube de humo despedí la noche y me dirigí a mi habitación. El reloj marcaba las cuatro y media… ¡Joder! ¡Si hace 15 minutos te estaba pensando y hace 10 empecé a escribir la primera línea! El tiempo avanza rápido, implacable… Igual que nuestros pies que se buscan para empezar la historia.

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